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Josep Vicent Marqués

Hubo acuerdo en que correspondían al enamoramiento las siguientes notas: deseo de estar siempre con la persona amada hasta el punto de sentir dolor por cualquier separación, ausencia de deseo sexual por otras personas (matizado por la posibilidad de hacer el amor con ellas como símbolos), cierta idealización del otro, al menos una percepción de la misma como única e inconfundible. Se aceptaron como signos claros, aunque menores, el optimismo vital, la capacidad de transguedir las normas (aunque no las más conscientemente interiorizadas o propias), el incremento de la filantropía o mirada benévolo sobre los demás, el deterioro del rendimiento laboral en trabajos repetitivos (aunque no en los creativos) y el deseo de renovación personal. En la más pura ortodoxia Alberoniana, se rechazó la presencia de los celos en el estadio emergente del enamoramiento y se negó la capacidad de sacrificio por el otro (el enamoramiento, a diferencia de la amistad, no es ético, según Alberoni)... Cumplido el deber, me permito plantearme el asunto con cierta libertad: una persona está enamorada cuando le importa un rábano un defecto del otro que siempre ha detestado en los demás. Una persona está enamorada cuando cree que, aparte de ella, nadie le encuentra la más mínima gracia al objeto de su amor, aunque se trate de Marlon Brando o de Dominique Sanda. Una persona está enamorada cuando se equivoca entusiástica y sistemáticamente en todas sus apreciaciones sobre el otro. Una persona está enamorada cuando no necesita un tiempo ni una distancia para tomar carrerilla hacia la perona amada.Por lo demás, quizá la gracia del enamoramiento es que no puede dar cuenta de sí mismo, no sabe si sube o baja, si es puerto de partida o de refugio, si conduce al cielo o al infierno. Y quizá lo contrario sea tan falso como lo que acabo de decir. El enamoramiento es un botijo sin asa.
15/03/1988

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