La idea de un derecho del pueblo a la autodeterminación no resiste el examen, porque supone que el pueblo en cuestión existe antes de todo lo demás, en espera de autodeterminarse. Pero los pueblos no existen así, sin más, lo que existen son las culturas, y nunca hay perfecta sincronía entre identidad cultural e identidad estatal. Dentro de cualquier Estado, existen siempre diversas culturas: en algunas sociedades más tradicionales que la nuestra existía la cultura de los hombres y la cultura de las mujeres, con pocas intersecciones entre ellas, y nadie ha sostenido que haya un derecho de autodeterminación de los hombres y otro de las mujeres. Lo que califica a un Estado es el trato que da a sus minorías, y no si es perfectamente homogéneo con una cultura cualquiera. Por lo común, el discurso que reivindica el derecho a la autodeterminación no significa más que una cosa: un grupo que ocupa un puesto inferior en la jerarquía de un Estado desea obtener un puesto superior, y cree qu no podrá conseguirlo más que creando una secesión y encabezando el nuevo Estado. A veces esta estrategia ha sido puesta al servicio de objetivos generosos, pero en tales casos son dichos objetivos lo apreciable y no la autodeterminación en sí misma.
[Citado por Fernando Savater en "El País Semanal". Mayo 1989]
01/05/1989
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